sábado, 24 de septiembre de 2011

El jinete pálido


El jinete pálido estrenada en 1985, dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Clint Eastwood, Sydney Penny, Michael Moriarty, Elisha Cook, Chris Penn, Carrie Snodgress, Richard Dysart, John Russell, Richard Kiel, Billy Drago.

Violento y sombrío remake del famoso western "Raices profundas". Eastwood ya da muestras de todo su talento con una fría pero absorbente estética que atisba clasicismo y las mejores enseñanzas de Siegel y Leone. Personajes llenos de humanidad - a la búsqueda del héroe que les salve de sus miserias materiales y espirituales- dieron lugar a uno de los mejores westerns de las últimas décadas. Un formidable anticipo de la soberbia "Sin perdón" que exprime los códigos del salvaje oeste mitificado: "Contemplé un caballo blanco y el nombre del jinete era la muerte..."

PREMIOS 1985: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película).

SINOPSIS: En un remoto lugar perdido entre las montañas, un grupo de mineros trabaja duro para arrancarle a la tierra el oro que les permita dar de comer a sus familias y mantener la ilusión de un mañana mejor. Pero, muy cerca de allí, el imperio minero del malvado Coy LaHood amenaza esta tranquila existencia. En efecto, este magnate de la depredadora minería industrial de la región, dueño de prácticamente toda la vecina ciudad de LaHood, ansía las tierras ricas en oro de estos mineros artesanales, pues sus pozos ya se encuentran prácticamente agotados. Ante la tozuda negativa de éstos a cederle o venderle sus explotaciones, LaHood recurre a todo tipo de coacciones, amenazas, ataques y chantajes, y cuando ya casi está a punto de conseguir su objetivo, un misterioso forastero viene a cambiar la situación. Este forastero sin nombre, un Predicador, consigue insuflar el coraje y el espíritu de equipo que posibilitarán un drástico vuelco de la situación. Pero LaHood aún se reserva un as en la manga: el temible e implacable Comisario Stockburn y su equipo de seis ayudantes, un grupo de cualificados asesinos a sueldo que le hacen el trabajo sucio a quien pueda permitirse pagar sus elevados emolumentos. Ante semejante amenaza, el Predicador retoma las armas que un día abandonó para dedicarse a la asistencia espiritual, y decide enfrentarse solo a Stockburn y sus secuaces, para ayudar a sus amigos mineros pero también para saldar una vieja deuda de su oscuro pasado.

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